Peter era un joven muy travieso que raramente paraba quieto. Como sus padres trabajaban muchas horas al día para poder pagar su casa e impuestos al recaudador local, Peter pasaba mucho tiempo bajo el cuidado de sus abuelos.
Su abuela era una estupenda cocinera que siempre estaba preparando ricas comidas para toda la familia. Hacía más cantidad para que así los padres de Peter pudieran llevarse cada día su ración a casa en un recipiente. Pero lo que más le gustaba preparar eran recetas dulces.
Peter ayudaba mucho a su abuela en la cocina, pasaban horas juntos probando nuevas recetas y combinaciones que daban como resultado novedosos postres con llamativos colores y sabores. Lo más curioso era que la abuela no utilizaba ningún libro de cocina ni recetario, todas sus sorprendentes ideas parecían surgir en su mente como por arte de magia. Tartas con formas y colores divertidísimos, magdalenas con sabores sorprendentes, galletas con ingredientes coloridos... todo parecía salir espontáneamente de la imaginación de la abuela, predominando siempre el color verde ya que era su favorito.
Como es ley de vida, un día la abuela de Peter se fue a un lugar mejor y lejano donde por fin podría descansar, un lugar lleno de luz y de paz.
El pequeño Peter se quedó desolado, echaba mucho de menos a su abuela y sentado en la silla de la cocina dio por hecho que nunca más volvería a probar ninguno de sus ricos postres.
Pero de repente, y desde dentro del armario de los utensilios y recipientes reposteros, salió volando un pequeño ser con forma humana y alas. Era un hada, y le dijo al oído que ella había sido la inspiración de su abuela durante años y que si a Peter le parecía bien, a partir de aquel momento sería la suya.
El joven rápidamente asintió y el hada comenzó a dictarle al oído la siguiente receta de cookie dough con chocolate:
1 taza de mantequilla a temperatura ambiente
1 y 1/2 tazas de azúcar moreno
1 cucharada de extracto de vainilla
2 tazas de harina
100g de gotas de chocolate
20g de chocolate verde para decorar
En el bol de la batidora puso la mantequilla con el azúcar moreno, y lo batió hasta que se formó una masa donde ambos ingredientes estaban totalmente integrados.
Sin parar de batir y poco a poco fue añadiendo el resto de ingredientes en este orden: vainilla, harina y gotas de chocolate.
Una vez que la masa estuvo hecha, formó pequeñas bolitas y las metió en el frigorífico durante una hora.
Para decorarlas, y haciendo honor al gusto de su abuela por el color verde, derritió chocolate de ese color y las sumergió hasta la mitad.
Gracias al hada y a la pasión por la repostería que su abuela le contagió desde pequeño, Peter llegó a ser un gran repostero ;)
¿Habéis visto que forma más original de contar una receta? Me encantó la idea y no pude resistirme a participar. Espero que tanto el cuento como la receta os hayan gustado. Besos!